jueves, 26 de abril de 2007

Sobre los abrazos maliciosos


Hoy un conocido al saludarme me mantuvo entre sus brazos durante un largo tiempo, aproximadamente 5 minutos (tal vez menos, pero no lo se). Al poco tiempo que comenzó me sentí muy incómoda, pero no podía separarme porque las palabras no salían de mi boca, mi cuerpo se quedó petrificado y no podía mover los brazos para separarlo. Por algunos instantes pensé que tal vez él había muerto y que esa era la razón por la cual no se separaba, después sentí su respiración. Luego pensé que tal vez la muerta era yo y que había una pequeña fracción de segundos que pasaban para que dejara por completo la vida, pero me di cuenta que eso tampoco era real pues podía ver e identificar a la gente que estaba a mi alrededor.

Sus brazos no me apretaban tanto como para retenerme ahí, mis brazos ya no estaban sobre su espalda, habían caído, pero aún así no podía mover ningún músculo del cuerpo. Cuando las cosas volvieron a la normalidad pude mover el pie derecho para patearlo, separarlo de mi, lo miré enojada y me fui corriendo. Me invadió un fuerte sentimiento de tristeza y depresión, que sólo se quitó cuando llegué a casa y me bañé.

Tal vez estoy alucinando pero creo que su abrazo estuvo lleno de malicia y perversión, la sensación que me causó fue fatal.

Se que nunca más volveré a hablarle, inclusive pensar en él y en lo ocurrido me causa repulsión.

miércoles, 11 de abril de 2007

Iniciando transmisión III









Hablo dormida, desde niña lo he hecho, pero hacía muchos años que nadie se quejaba, de hecho estoy casi segura de que no hay motivos para quejarse de eso. Conozco gente que rechina los dientes, que despierta a media noche asustada porque se encuentra en un lugar diferente al que se acostó, que patea o jala las cobijas de su acompañante, personas que te expulsan de su cama sin querer; pero lo que cuento a continuación es algo de lo que nunca antes me había enterado.

Llegué a Acambay el sábado 31 de marzo, y fui a Tixmadeje hasta el lunes por la tarde. Cuando llegué a casa de Doña Juanita tuve que instalarme en su cuarto porque el otro estaba ocupado por uno de sus hijos y la familia de este, en total eramos 14 personas durmiendo en una pequeña casa con dos recámaras y cuatro camas --y de esto no me quejo pues aunque yo llevaba mi sleeping y bien podía dormir en el suelo, no me lo permitieron y me tocó cama, compartida, pero cama al fin y al cabo-- En el mismo cuarto en el que yo dormía estaban también, Doña Juanita y Alan Jesús --con quienes compartía la cama--, Juan Carlos, Chon, Toño, Valeria y Pablo.

La primera noche en Tixmadeje fue patética, me sentía asfixiada en una pequeña recámara con mucha gente, la segunda fue mejor, pues sabía que la situación no iba a cambiar y me resigné, pero la tercera creo que fue fantástica. Cené, conversé con la familia, obtuve información valiosa para mi tesis, me puse la pijama, lavé mis dientes, coloqué los tapones en mis oídos y dormí placenteramente hasta que en la madrugada una extraña sensación en el cuerpo me despertó a medias. Sabía que debía de controlarla pues si mis compañeros de habitación escuchaban podían asustarse e incluso solicitar al párroco de la iglesia me practicara un exorcismo. Estaba semidormida y no podía parar de reír, jamás me había pasado a esa hora, no había motivo, ni recuerdo haber estado soñando, simplemente reía y reía a carcajadas.

A la mañana siguiente, las quejas salieron de Juan Carlos, me preguntó los motivos de la risa y concluyó diciendo que al principio se aterró pues no recordaba que en esa habitación también estaba yo.