Llegué a Acambay el sábado 31 de marzo, y fui a Tixmadeje hasta el lunes por la tarde. Cuando llegué a casa de Doña Juanita tuve que instalarme en su cuarto porque el otro estaba ocupado por uno de sus hijos y la familia de este, en total eramos 14 personas durmiendo en una pequeña casa con dos recámaras y cuatro camas --y de esto no me quejo pues aunque yo llevaba mi sleeping y bien podía dormir en el suelo, no me lo permitieron y me tocó cama, compartida, pero cama al fin y al cabo-- En el mismo cuarto en el que yo dormía estaban también, Doña Juanita y Alan Jesús --con quienes compartía la cama--, Juan Carlos, Chon, Toño, Valeria y Pablo.
La primera noche en Tixmadeje fue patética, me sentía asfixiada en una pequeña recámara con mucha gente, la segunda fue mejor, pues sabía que la situación no iba a cambiar y me resigné, pero la tercera creo que fue fantástica. Cené, conversé con la familia, obtuve información valiosa para mi tesis, me puse la pijama, lavé mis dientes, coloqué los tapones en mis oídos y dormí placenteramente hasta que en la madrugada una extraña sensación en el cuerpo me despertó a medias. Sabía que debía de controlarla pues si mis compañeros de habitación escuchaban podían asustarse e incluso solicitar al párroco de la iglesia me practicara un exorcismo. Estaba semidormida y no podía parar de reír, jamás me había pasado a esa hora, no había motivo, ni recuerdo haber estado soñando, simplemente reía y reía a carcajadas.
A la mañana siguiente, las quejas salieron de Juan Carlos, me preguntó los motivos de la risa y concluyó diciendo que al principio se aterró pues no recordaba que en esa habitación también estaba yo.
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